Pandora me invitó a comer.
Me sirvió, sonriendo,
un bizcocho relleno
de todos los males
y se me quedó la esperanza
en el fondo del estómago.
Vomito y vomito,
pero al final solo escupo bilis,
y aunque se le parece
por el regusto que deja en la boca,
no es lo mismo.
Es quizás un poco más dulce
menos corrosiva,
la bilis, digo;
en cambio la esperanza,
también verde,
solo me produce úlceras.
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