miércoles, 25 de octubre de 2017

Renuncio.

Locos que decíais
nunca jamás
rápido
repetidlo
Samuel Beckett

Renuncio.

Renuncio a la vida cómoda,
al beso de buenas noches,
al madrugar cada día.
Renuncio a la pensión que de todos modos no me llegará,
a los años trabajados de mis abuelos.
Renuncio al día a día,
a la compra a plazos,
a la hipoteca de una vida que no quiero vivir.
Renuncio al conformismo,
a no llorar en los bancos de la calle,
a no morir de risa en los baños de bares.
Renuncio a la mentira fácil,
al pasar sin hacer ruido ante lo importante,
renuncio a fingir que algo me importa.
Renuncio a la gente, a las personas.
Digo "no" a decir: "sí, vale, vamos",
a seguir al precipicio a quien está convencido.
Renuncio, de hecho, a la seguridad
a la falta de dudas
a caminar muy recto por un pasillo que otros imaginaron.

Renuncio.

Renuncio.

No sé qué busco, ignoro qué aceptaré,
pero renuncio,

      porque en realidad no me queda más remedio:
      porque no puedo escapar de la locura,
      de valorar el suicidio varias veces al día,
      de crear como si así se cumpliera mi vacío.

Renuncio
y porque renuncio tengo miedo de mi miedo,
de huir de lo malo conocido
y morir en el intento.

Renuncio y digo: "nunca jamás",
estoy loca: "nunca jamás",
sigue adelante: "nunca jamás",
no te rindas: "nunca jamás",
quieta: "nunca jamás".
Renuncio: "nunca jamás".

No hay comentarios:

Publicar un comentario