miércoles, 28 de diciembre de 2016

Cómo funciona esto de echarte de menos.

Cuando se echa de menos a alguien se tiende a experimentar una serie de síntomas físico-psíquicos que culminan, imagino -nunca he cruzada la línea de la locura sin haber regresado después- en la más absoluta apatía, en el mejor desprecio es no hacer aprecio, en el transformar un te echo de menos en un te he echado de mi vida, sin rencores ni más explicaciones que la oportunidad de asomarse al hueco que antes se había ocupado para descubrir que ahora lo habita un saco antropomorfo relleno de serrín.

Por otro lado, sospecho que en nuestro caso tu ausencia definitiva crearía un vacío en mi interior que solo sanaría cuando, en el momento apropiado, yo llegara a plegarme sobre mí misma, desapareciendo como ya lo habrías hecho y como, junto con lo poco que ya quedaba de mi, desaparecería la posibilidad de extrañarte.

Como decía, echar de menos es totalmente perceptible. Lo puedes notar desde el segundo cero (en ocasiones desde antes de la desaparición de la persona amada). En mi caso, esta mañana empezó con un frío intenso en las manos, concretamente en la derecha. Tiendo a pensar, sin más pruebas que la tendencia a romantizar y exagerar todo lo que me ocurre, que mi mano derecha ha sido la primera parte de mi cuerpo en extrañarte porque unas horas antes había descansado sobre tu corazón.

Sin embargo, no es solo ausencia de calidez la sensación de que me faltas. Agradezco (y otras veces también maldigo) que no sea tan sencillo. En el tronco del cuerpo se comienza a formar una fuente de calor que a modo de fogata parece que va a prenderme como en un funeral vikingo, pero como dicen de las víctimas de incendios a quienes no mata tanto el fuego sino respirar el humo, intuyo que a mis órganos les ocurre parecido y no llegan a contagiarse del ardor; al contrario, permanecen a temperatura ambiente (no olvidemos que es diciembre) ajenos a lo que sucede tan cerca y creando una confusión a nivel corporal que quizás está motivada por la incomprensión inconsciente de que no estás.

Como otro hecho notable, encuentro la problemática del dormir. Es éste un asunto complejo porque si bien se extraña inconmensurablemente la acción de compartir lecho contigo, en una cantidad bastante menor pero lo suficientemente grande como para merecer ser mencionada está la falta de saber que duermes cerca y que podría, en un momento de necesidad o de simple e intenso capricho, dejarme caer por su casa y, por tanto, por sus brazos y tu cama.

Además, hay otro detalle que multiplica el sentimiento de desorientación que produce el echarte de menos. Ahora no hablo tanto de señales físicas, porque no tiene sentido enumerar todas mis entrañas que, ante la falta de tu peso sobre ellas y de tu contacto en mi piel, sueñan con tener suficiente capacidad de movimiento como para poder tirarse en fila india a las vías del Metro; no, ahora quería mencionar un síntoma puramente intangible. Se trata de la desaparición repentina -mes y medio de anticipación no han sido suficientes- de la potencial posibilidad de vernos un rato cualquier día, y que siempre me sorprenda tu existencia.

De todo modos, y voy a romper una lanza a favor de tu ausencia, echarte de menos también es caminar por la calle mirando con ojos de amabilidad a las personas deseando que a todas las quieran como te quiero yo a ti. Echarte de menos es, en los momentos buenos, ser feliz porque sabemos que podemos vivir el uno sin el otro y aun así preferimos no hacerlo.

Supongo, finalmente, que extrañarte es intentar no caer en la espiral de ser consciente de lo difícil que es sobrevivir sin acariciarte, que, como bien han erigido en Verdad Universal todas mis células, es una acción terapéutica, calmante y levemente íntima.

Echar de menos es, por tanto, obviar el suicidio colectivo por el que pugna mi cuerpo algunos minutos al día, unos días más que otros, y pensar que lo bonito que es y puede llegar a ser toda esta movida.

Si me preguntan digo que no.

Tu ausencia

es tuya pero vive conmigo,
nacida del abrazo que no nos estamos dando.

martes, 15 de noviembre de 2016

1. (Sobre la eternidad)

A ti podría decirte
que para mí
cualquier lugar
es mi casa
si eres tú
quien abre
la puerta
(Elvira Sastre)

Ignoro cómo el Tiempo puede tener tiempo de ir tan rápido

(con lo lentas que pasan las horas perdidas)

si pienso en el estatismo -fingido- 
de los momentos contigo
que repiten con la boca pequeña que casi todos los días de dos vidas 
pueden parecer insuficientes. 

domingo, 6 de noviembre de 2016

Tercer domingo antes de la guerra.

riendo, con un acento que reconoces,
de todas las veces que no supiste pedir ayuda
"Selfie" - Juana la Coja


La incertidumbre se sienta a llorar en un cruce de caminos en el que no puede ver cuál es el destino de decisiones que tiene prohibido tomar.

El miedo espera la gota que colma el vaso con la risa nerviosa que le produce el chiste en que se ha convertido su vida.

La tristeza sale al ring frente a una multitud enfurecida que la miraría de reojo si pudiera levantar la mirada de su propio ombligo.

La desgana respira sin producir ningún ruido en el quicio de una puerta que no se pregunta si debe atravesar o cerrar.

La incapacidad se muerde los labios porque ha olvidado hasta cómo gritar sin sentir que está luchando contra sus propias fuerzas.

*   *   *

No ver el final de la caída es recibir el golpe mil veces y nunca el descanso. No poder culpar a quien te empujó por ese abismo es intentar volar contra un imán que conduce tu cuerpo de hierro hacia el campo magnético de la desesperación. 

domingo, 14 de agosto de 2016

3:14 pm, domingo.

Escupir
cuando jugando
alguien dice eso de que
yo nunca
nunca

he hecho el amor.

Y seguir
riéndote en la cara B de la vida
que no es la muerte sino la apatía.

lunes, 8 de agosto de 2016

Estudio sobre la viscerabilidad.

(No leo lo que escribo porque me da vergüenza echar de menos)


Surgen los problemas 
de donde sólo había animales.
Hay mentiras nacidas de miedos,
que vienen de la herencia cultural cinematográfica.


Gorras por la noche, gafas de sol en bares
contradicciones cada vez más duras,
querer querer y no a quien se quiere
no poder odiar pero/aún mantener la distancia.


Alguien miente al otro lado del hilo rojo
las leyendas ya no palian la incertidumbre 
cuando es la autoculpabilidad la que te impide comprender,
y no las barreras de papel.


* * *

La gente sigue cogiendo aviones por amor,
y yo por huida.

El cariño se cultiva con un límite y al tope caduca,
parece,
quieren hacer parecer
/
que algo tan tocable es elegible
tan suave es creado,
que la caricia de las yemas de mis dedos en su alma
es caduco.
No puede ser, sino caduco.

Y el afecto
/
debe ser
(digo yo, cómo no, dónde hay dudas,
yo no las siento)
en realidad perenne.

En Realidad,
perenne.

* * *

Nunca sé dónde está la diferencia
entre extrañar a alguien
o echar de menos lo que te han hecho sentir.
Pero siempre he sabido localizar el miedo,

es fácil,
es mi placenta.


Mil besos que se pierden en lo racional
hasta ser contacto entre saliva y lengua,
y no besos,
choque entre dos mundos,
y no besos,
diálogo y discusión
batalla y preguntas
y no besos.



Pero la risa
(la risa)
es visceral.

viernes, 17 de junio de 2016

"Elevado ingenio en saber morir."

La última vez que vine
dejé entornada la puerta de la sala de estar triste
y cerrada la ventana de salir a respirar.
Ahora que vuelvo a estar dentro
no sé si la puerta está entreabierta
o tiene colgado un cartel de "no molestar".


Las trampas de siempre por fin se reconocen como zancadillas,
el precio a pagar sólo fue la decepción
el golpe en la cara
el grito sordo
la presión en la mandíbula.

El resultado sólo fue la caída en una montaña de huesos propios que se clavan con condescendencia en los órganos aún vivientes.


Cada paso que doy pretende alejarme de mí,
como si mis pies en vez de fango tuvieran alas
y la piel recolocara mis rasgos hasta poder reconocerme.

Cordialmente he evitado las palizas de cortesía.
La confianza activa el instinto suicida.
Manifiesto un elevado ingenio en saber morir
mal, triste y a ratos
aunque no siempre sola
a veces me echan una mano
a mi mano
otras veces otras manos 
no pueden salvarme del precipicio.


*  *  *

Yo, que he querido hacer cosas buenas,
sólo he podido comportarme bien,
como si el camino de lo malo conocido
fuese más seguro que el bosque
de lo bueno por conocer.

domingo, 8 de mayo de 2016

'Gasta tu corazón en lo imposible'

Gasta tu corazón en lo imposible,
déjale que se muera poco a poco,
rompe sus piezas sin ningún sofoco,
busca con él hacer lo irrepetible.* 


Conócete a ti mismo.
Olvida la red de seguridad.
Aprende fallando al borde del abismo.

*     *     *


Una vez quise coincidir
y me choqué contra mí misma
      -qué mirada tan perdida tengo-.
Descubrí que ganar era hacer trampas,
y que jugar era guardar un as en la manga.

Soñé frases que no existían.
Pensé sonrisas que no sabían decir la verdad.
Confundí caricias con placas de metal
que no podían calentarme.

Me dejé las manos recogiendo flores
de una planta petrolífera que solo concede deseos
si te acercas con una cerilla.

Decidí hundir el bote de madera
que me salvó del Titanic.
Utilicé los remos para guiar un astronave
hacia el final del arco iris
que es un agujero negro.

Vagué por el espacio-tiempo
sin conseguir despegarme de la piel
de otros que tienen los pies
enterrados en la arena.

Obvié la realidad sin darme cuenta.
Fingí que seguía aquí
(cuando tampoco estaba allí).
Ha sido difícil no hundirse.
Ha sido bonito cerrar los ojos.

Olvidé lo necesario de volver,
y lo terapéutico de irse.
Lo necesario de huir.
Lo necesario de no volver.

Regresé al recoveco que soy yo. Noté un cambio. Ya no hay miedo.



Resucita con él cada mañana,
muere con él y vuélvete a la vida.*


*Antonio Rodríguez Cabezas 

domingo, 14 de febrero de 2016

13 de febrero de 2016. La huida.

La torpe vida de destino imparable
Dextrógiro avance del tiempo imbatible
Mil casos, mil cambios, suceden no paran
ya llegan, sonríen, tropiezan, te aplastan.

La antitética risa del miedo ferviente
Caos en el cosmos que puebla tu mente
El horror, la incertidumbre de seguir adelante
caminando y dudando con el paso errante.

El zalamero cariño del capricho primero
Intensidad desbordante del beso agorero
Confianza, indiferencia, mi adiós en tu pelo,
la inconstancia del sentir es a lo que temo.