miércoles, 10 de diciembre de 2014

Que la inspiración te pille en el tren. Una historia de amor.

Parece que cuando dos trenes coinciden en el andén es porque se aman.
Miles de viajes en dirección contraria que coinciden en un túnel, sin apenas tiempo para suspirar, solo para contener el aliento por lo que hasta el último giro fue un choque podría haberlos unido para siempre. De repente, entre pitidos de excitación y quizás un fogonazo de luz, se encuentran en una estación. Abren sus puertas a la vez, que equivale casi a darse la mano e igualar los latidos que rigen su cuerpo. Tan cerca y tan distantes. Uno de ellos tal vez maldice esas vías que les permitieron conocerse tantas veces que ahora no pueden evitarse sin que nazca el deseo, unas vías que siempre les impiden llegar a rozarse. El otro quizás cuenta las paradas que hay desde que se separan hasta el próximo encuentro, como el que enumera pasos, escalones, besos, o acumula años sin saber si hay un alguien que guarde su destino.
Juntos, algo desincronizados y tristes, lanzan un último lamento, cierran sus puertas y comienzan de nuevo el camino infinito sin poder mirar atrás, pero con el consuelo de que aquello que están dejando lejos volverá a aparecer ante sus ojos metálicos.

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