martes, 15 de abril de 2014

La poesía no siempre es estar desnuda pero ojalá.

Llorar y sentir cómo caen las lágrimas al valle de tu pecho,
verte respirar como un movimiento de la Tierra a destiempo.
Observar el rubor de tus mejillas,
las marcas de las costuras en tu cadera. 
Escalar con los ojos la cordillera de las vértebras de tu espalda,
sonreírle a tu ombligo cuando me mira inquieto.
Imaginar todos los suelos que pisaron las plantas de tus pies hasta llegar a mí,
todas las cosas que habrán tocado las yemas de tus dedos.
Seguir el camino de las venas que se adivinan azules por tus muslos. 

Me gusta que te guste estar desnuda. 

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